La popularidad meteórica que ha adquirido la heroína en el portafolio de
negocios del narco mexicano en los últimos cinco años -desplazando a la
cocaína e incluso la marihuana- ya es motivo de alarma y atención en
Washington. Los patrones del tráfico de drogas están cambiando. "La DEA
reporta un incremento de 323% en decomisos de heroína en la frontera (con México) entre 2009 y 2013", advirtió el Departamento de Estado en marzo, en su informe anual de Control de Narcóticos.
A nivel de la calle, la organización Chicago Recovery Alliance es una de
las pocas que ha salido a tratar de enfrentar la epidemia de adictos y
sobredosis. Todos los días, camionetas de la agrupación recorren la
ciudad para repartir jeringuillas entre la comunidad de usuarios. La
idea es evitar que puedan contagiarse de enfermedades como sida o
hepatitis, o que terminen por desarrollar abscesos que les generen
gangrena. No solo eso. Desde hace un año, reparten otro medicamento:
naloxona, un compuesto que en caso de emergencia puede ser utilizado
para frenar una sobredosis en curso. "Te lo inyectas y tienes una
oportunidad de salvarte", recomienda Dan Bigg, uno de los activistas que
atienden a la enorme población de adictos, hombres y mujeres cuyo
dinero está engrosando las cuentas del narco mexicano. "Tenemos que
hacerlo nosotros. La comunidad está muy afectada y a las autoridades no les importa".
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