domingo, 26 de abril de 2015

BRAZO ROBÓTICO CONNTROLADO CON LA MENTE

Imagine un mundo donde su smartphone sea capaz de leer su mente. Que justo cuando usted decide mover un dedo para borrar un mensaje, el móvil ya se ha adelantado. Aunque parece un imposible, Erik Sorto, un californiano de 34 años, lo ha comprobado por sí mismo. Cuando tenía 21, por culpa de una herida de bala, se quedó tetrapléjico. Lleva 13 años paralizado de cuello hacia abajo y ahora, un grupo de científicos ha logrado que pueda mover un brazo robótico sólo pensando en ello y utilizando su imaginación.
De forma voluntaria, Erik se sometió a una cirugía experimental en el Hospital Keck de USC el 17 de abril de 2013. Tal y como relata un artículo que publica esta semana la revista Science, en unas cinco horas, los cirujanos le implantaron dos conjuntos de microelectrodos (elaborados por la Universidad de Utah) en el cerebro, con el objetivo de registrar pulsos de electricidad de las neuronas cerebrales (a través de casi 100 puntos de contacto) con los que poder movilizar un brazo biónico externo, situado a su lado. 

A diferencia de otros ensayos con pacientes amputados y con parálisis cerebral, en lugar de realizar los implantes en las áreas motoras, responsables directas del movimiento, los autores de la intervención los colocaron en la corteza parietal posterior, una zona relacionada con los procesos de planificación y control de las funciones motoras voluntarias que hasta ahora no se había utilizado como lugar de implantación. Esta región controla "nuestra intención de movernos, lo que podría lograr movimientos [del brazo robótico] más naturales y fluidos", argumenta el investigador principal, Richard Andersen, del Laboratorio Caltech. En estudios con animales, se ha visto que "la corteza parietal posterior transmite la intención de movimientos a la corteza motora y, a través de la médula espinal, las órdenes del cerebro llegan a los brazos y las piernas", encargadas de ejecutar la acción. 

En los pacientes como Erik, la lesión en la médula impide la transmisión de la información desde el cerebro hasta las extremidades, y ahí entran en juego los implantes neuroprotésicos. En los experimentos realizados hasta la fecha, centrados en la corteza motora, para coger un vaso, el paciente tenía que ir pensando por secuencias: elevar el brazo, extenderlo, coger el vaso, cerrar la mano para sujetarlo... Un ordenador se encargaba de descodificar los pulsos de electricidad de las neuronas cerebrales cuando el paciente enviaba con su cerebro diferentes órdenes a sus brazos. Una vez trazados estos algoritmos informáticos, se transmitían las distintas posibilidades a la prótesis robótica diseñada, de forma que ésta reconociera cuándo la persona activaba su corteza cerebral para hacer uno u otro movimiento (levantar el brazo o girar la muñeca).  
Con la intención de mejorar la versatilidad de los movimientos originados por las neuroprótesis, Andersen y sus colegas han apostado por comprobar el efecto de los microchips implantados en la corteza parietal posterior. Las matrices de los microelectrodos están conectadas por un cable a un sistema de ordenadores que reciben y procesan las señales recogidas en esta parte del cerebro, y traduce así la intención del sujeto en instrucciones para el brazo robótico (desarrollado en la Universidad Johns Hopkins).

No hay comentarios:

Publicar un comentario