domingo, 26 de abril de 2015

ZONAS CEREBRALES

Probablemente, apuntan los científicos responsables de este trabajo, la combinación de señales de la corteza motora y de la corteza parietal posterior ayuden a mejorar los dispositivos neuroprotésicos del futuro. Es "un paso importante hacia la mejora del control del cerebro de una extremidad robótica", subrayan Andrew Pruszynski y Jörn Diedrichsen en un editorial que acompaña al artículo en Science. Para el español Eduardo Fernández, del grupo de neuroingeniería biomédica de la Universidad Miguel Hernández de Alicante, "el trabajo de Andersen es muy interesante, ya que demuestra que existen varias zonas cerebrales susceptibles de ser implantadas con este tipo de tecnología".
Además, "aunque los resultados son muy preliminares, también sugieren que la implantación en una única área cerebral (corteza parietal posterior) es potencialmente capaz de controlar ambas extremidades (derecha e izquierda), lo que podría llegar a ser útil, por ejemplo, para controlar un robot bimanual que ayude a estos pacientes a realizar tareas que requieran las dos manos, como abrocharse los cordones del zapato". 

En palabras de Carlos Y. Liu, profesor de cirugía neurológica del Hospital Keck de USC y uno de los cirujanos encargados de implantar los microelectrodos a Erik, "enfoques como éste son necesarios para conseguir algún día que las personas con parálisis cerebral puedan realizar, a través de tecnología de apoyo como la robótica, tareas rutinarias y prácticas que les permitan recuperar algo de su independencia y mejorar así su calidad de vida". Como expone Erik: "Poder beber una copa a mi ritmo, sin tener que pedirle el favor a nadie cada vez que quiera dar un sorbo, afeitarme, lavarme los dientes... Sería fantástico".
En esta línea trabajan varios grupos de científicos. Andersen y su equipo ya están estudiando una estrategia que podría permitir a los pacientes realizar este tipo de habilidades motoras finas. Para ello, "es clave lograr una retroalimentación sensorial desde el brazo robótico hasta el cerebro", lo que daría la percepción del tacto. Desarrollar mecanismos que permitan la transmisión de señales en este sentido, argumenta Andersen, "es importante para que el paciente pueda, por ejemplo, rascarse la nariz si le pica. Son acciones aparentemente triviales, pero que suponen gran frustración en las personas que no pueden realizarlas".

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