Uno de los argumentos utilizados por Charles Darwin
y sus seguidores a favor de la evolución y en contra del creacionismo
es la existencia del dolor y del mal en el mundo. ¿Cómo explicar, si
todo obedece a un plan divino, tanta sangre como hay en la naturaleza?
¿Y tanta crueldad, si se puede llamar así, como vemos en los insectos
que ponen sus huevos para que crezcan en los cuerpos de otros, o en los
parásitos o en los animales venosos? Está por escribir una historia
natural de la maldad en el reino animal.
Por supuesto que los depredadores matan a sus presas para
comérselas, pero también se producen agresiones dentro de la misma
especie. En los animales sociales cada grupo ocupa un territorio, que tiene que defender y que procura ampliar a costa de los vecinos, como ocurre entre los chimpancés. Y dentro del grupo hay lucha incesante por la jerarquía, a veces sangrienta.
Los humanos somos, desde el origen, sociales, muy sociales,
así que la agresión entre congéneres se ha dado siempre, como también la
cooperación con los otros miembros del grupo, claro está. Se trata de dos caras de la misma moneda, la moneda humana.
Atapuerca, con su fabuloso registro fósil de la evolución humana nos
muestra esas dos caras. Ahora es noticia la más oscura. Un cráneo que
presenta dos impactos producidos en la frente por un objeto duro que le
causó la muerte sugiere que se produjo un crimen. Y para más señas,
seguramente el asesino era diestro.
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