El principal campo de 'esclavos' de Khao Kheow es un vasto villorrio
de bambú y plástico escondido en la jungla que separa Tailandia y
Malasia, no lejos de la citada Padang Besar.
Un destino al que sólo se puede llegar caminando desde el villorrio
de Ban Taloh a través de recónditas veredas abiertas en su día a golpe
de machete a través de la foresta. El calor tropical convierte la
ascensión en una caminata extenuante.
Una penalidad añadida para las víctimas de la trata, que
tenían que recorrer kilómetros y kilómetros de jungla desde la provincia
costera de Satún, donde eran desembarcados por los nuevos navíos
'negreros'. Según uno de los militares que custodia ahora el
campamento este era "el destino final: el mercado principal donde
vendían a los Rohingyas. Hay otros muchos campos a lo largo de la ruta".
"Algunos tenían que caminar durante días. Lo sabíamos desde hace ocho
años. Nadie hizo nada", explicó Abdul Kalam, un activista de la
comunidad Rohingya de Birmania instalado en el sur de Tailandia desde
hace décadas.
"Es cierto, los dejaban en la costa de Satún y los llevan hasta Padang
Besar a través de la selva. Lo sabíamos desde hace un año, más o menos.
Es difícil capturarlos porque caminan por las noches", admitió a este
diario el gobernador de Satún, Dejrat Simsiri.
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